Cuento 17: La luna y la sombra

 

Cuento 17: La luna y la sombra

En un pequeño pueblo escondido entre montañas, donde las noches eran más largas y las estrellas parecían al alcance de la mano, vivía una niña llamada Marta. Desde muy pequeña, había sentido una conexión especial con la luna. Cada noche, desde su ventana, la observaba en silencio: creciente o menguante, brillante o velada por nubes, la luna era su confidente, su amiga callada en un mundo que a veces parecía no comprenderla.

Decía que la luna la entendía sin palabras, que su luz plateada le hablaba en un idioma que solo ella podía oír. Pero una noche, algo cambió. Marta notó una presencia extraña en el cielo. A un lado de la luna, había una sombra. No una nube ni una estrella fugaz, sino una forma indefinida, oscura, como una silueta que no pertenecía al cielo.

Cada noche, la sombra regresaba. A veces parecía moverse con la luna; otras, se alejaba, como si intentara huir de su luz. Marta, intrigada, comenzó a buscar respuestas, a imaginar historias. ¿Era una amenaza? ¿Una señal? ¿O quizás, algo que siempre había estado ahí y nunca antes había visto?

Una noche sin luna llena, Marta dejó atrás la calidez de su hogar y caminó hacia los campos, donde el cielo se desplegaba limpio y vasto. Se tumbó sobre la hierba húmeda, con la mirada fija en el firmamento. El silencio era profundo, y el tiempo parecía haberse detenido. Entonces, lo vio. La sombra estaba allí, junto a la luna, más nítida que nunca, como si esperara ser descubierta.

De pronto, una voz suave la envolvió, como el susurro del viento entre las hojas.

—¿Por qué me sigues? —preguntó la luna.

Marta se incorporó, sin miedo, solo con asombro.

—¿Tú... hablas?

—Siempre lo hago —respondió la luna—. Pero solo quienes miran con el corazón pueden escucharme. La sombra que ves no es otra cosa que parte de mí.

Marta frunció el ceño, confundida.

—¿Cómo puede una sombra ser parte de la luna?

La luna brilló con más intensidad, y la sombra pareció moverse con ella, como danzando.

—Todos tenemos una cara que no mostramos, una parte que permanece en la penumbra. Esa es mi sombra. No es enemiga, ni ajena. Es mi otra mitad. Y no hay luz verdadera sin sombra.

Marta guardó silencio, sintiendo que aquella verdad no era solo del cielo, sino también suya.

—¿Y no tienes miedo? —preguntó—. ¿De lo que tu sombra oculta?

—No —dijo la luna—. Porque cuando la acepto, cuando la abrazo, brillo más fuerte. Las sombras no deben asustarte. Son los contornos que delinean quién eres. Solo al reconocerlas, puedes encontrar tu verdadera luz.

Marta observó cómo la luna y la sombra se movían juntas, como si siempre hubieran sido inseparables. Y en esa danza silenciosa, comprendió algo que había tardado en aprender: que no debía temer sus miedos, sus dudas o sus heridas, porque esas sombras eran tan suyas como la luz que la impulsaba a soñar.

Esa noche, se quedó dormida bajo las estrellas, con el corazón en calma. Desde entonces, cada vez que miraba la luna, ya no veía solo una amiga en el cielo: veía también su propia sombra, y la aceptaba, sabiendo que en esa unión residía su fuerza.

Porque solo quien no teme su oscuridad, puede descubrir todo el brillo que lleva dentro.






Ensayo 17: 

El impacto de la tecnología en la salud mental

El avance de la tecnología ha transformado profundamente la forma en que las personas se comunican, trabajan, estudian y se entretienen. Sin embargo, esta revolución digital también ha generado impactos significativos en la salud mental, ofreciendo tanto beneficios como desafíos. En un mundo donde el uso de dispositivos electrónicos es constante, resulta fundamental reflexionar sobre cómo la tecnología afecta el bienestar psicológico de las personas.

Uno de los principales aportes positivos de la tecnología en el ámbito de la salud mental es el acceso a la información y a recursos de apoyo emocional. Hoy en día existen aplicaciones móviles, plataformas web y servicios digitales que ofrecen orientación psicológica, técnicas de relajación, meditación guiada y seguimiento del estado emocional. Además, la terapia en línea ha democratizado el acceso a profesionales de la salud mental, siendo una alternativa valiosa para quienes viven en zonas remotas o enfrentan barreras para asistir a consultas presenciales.

La tecnología también ha facilitado la creación de redes de apoyo social virtuales. A través de redes sociales, grupos de mensajería y comunidades en línea, muchas personas pueden compartir experiencias, encontrar compañía y recibir apoyo emocional. En momentos de crisis o soledad, estas conexiones pueden brindar consuelo y fortalecer el sentido de pertenencia.

No obstante, el uso excesivo y desregulado de la tecnología también ha generado efectos negativos sobre la salud mental. Uno de los más comunes es la ansiedad digital, provocada por la constante necesidad de estar conectados, revisar notificaciones y responder mensajes. Esta hiperestimulación mental puede afectar el descanso, provocar insomnio y aumentar los niveles de estrés.

Otro fenómeno preocupante es la comparación social constante en plataformas digitales. La exposición a imágenes idealizadas de éxito, belleza o felicidad puede generar sentimientos de inferioridad, insatisfacción personal y baja autoestima. En especial entre adolescentes y jóvenes adultos, esta presión por aparentar una vida perfecta puede derivar en ansiedad, depresión y trastornos de la imagen corporal.

El aislamiento social es otro de los riesgos más importantes. Aunque la tecnología conecta virtualmente, muchas veces sustituye el contacto humano directo. El exceso de tiempo frente a pantallas puede reducir la participación en actividades presenciales y limitar la calidad de las relaciones interpersonales, afectando el desarrollo emocional y el sentido de conexión real con los demás.

Asimismo, el uso compulsivo de dispositivos electrónicos puede generar dependencia tecnológica, problemas de concentración, impulsividad y deterioro del rendimiento académico o laboral. Estas alteraciones influyen directamente en la estabilidad emocional y la calidad de vida.

Frente a este panorama, es esencial promover un uso consciente y equilibrado de la tecnología. Establecer momentos de desconexión, fomentar hábitos digitales saludables y priorizar el bienestar emocional por encima de la hiperconectividad puede marcar una diferencia significativa. Además, las instituciones educativas y de salud deben incorporar estrategias de prevención y apoyo psicológico adaptadas al entorno digital actual.

En conclusión, la tecnología puede ser una aliada valiosa para la salud mental, siempre que se utilice con criterio y moderación. Si bien ofrece herramientas útiles para el bienestar emocional, también implica riesgos que deben ser gestionados con responsabilidad. Encontrar un equilibrio es clave para aprovechar sus beneficios sin comprometer la estabilidad psicológica ni la calidad de vida.

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