Cuento 20: Luna y el jardín mágico
Cuento 20: Luna y el jardín mágico Luna no era una coneja común. Tenía el pelaje blanco como la luz de la luna y los ojos grandes y brillantes como dos estrellas curiosas. Vivía al borde de un bosque, cerca de un lago tranquilo donde el viento susurraba secretos antiguos. Pero lo que más intrigaba a Luna no era el bosque ni el lago, sino el espejo escondido entre las raíces de un roble viejo. No era un espejo como los que tienen los humanos. Era ovalado, sin marco, y reflejaba no solo imágenes, sino deseos. Cada vez que Luna se miraba en él, veía un jardín diferente, uno que no existía en su mundo. Allí, los árboles danzaban con el viento, las flores cantaban al amanecer y los animalitos reían como si conocieran la alegría más pura del universo. Luna deseaba con todo su corazón cruzar al otro lado. No por curiosidad, sino porque sentía que allí, su canto y su baile podían florecer de verdad. Cada noche, cantaba suaves melodías frente al espejo. Con cada nota, el cristal brilla...